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Desprendimientos

UNA OBRA UN ARTISTA

Abril-Mayo 2025

Curaduría: María Carolina Baulo

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Desprenderse, soltar. Por definición, un desprendimiento implica una separación, un desapego. Liberarse del eje, ganar autonomía, libertad. Las lecturas sobre el significado de la acción de desprender son múltiples: desde su obvia literalidad hasta el plano metafórico. Aquí, en Desprendimientos, se ponen en diálogo muchas de ellas, utilizando la obra pictórica como vehículo para hacer material la palabra, darle cuerpo a la simbología.

 

Cristina Portela es pintora. Su producción pictórica atraviesa varias décadas y búsquedas que han experimentado distintos formatos y temáticas, pero siempre ligado, de alguna manera, a la operación pictórica. Además, el clima de sus trabajos guarda, a través de los años, un “aire de familia” que ya sea por la elección de la paleta, la estructura compositiva interna de la obra, las dimensiones que no reconocen límites -desde pequeñísimos relatos a obras de tamaños superlativos-, la preponderancia de la abstracción o el señalamiento a los elementos de la naturaleza -aire y agua fundamentalmente-, hacen que el espectador reconozca una mano, una forma de contar pintando, que caracteriza a Cristina.

 

En Desprendimientos, la artista se propone transitar un camino nuevo; una obra pensada especialmente para el espacio de Una Obra Un Artista, un sitio específico donde la pintura toma el espacio, sale de la tela, cobra identidad per se más allá del soporte. La pintura coquetea con el plano escultórico, cobra volumen, se alimenta del aire y los pétalos de la flor se inflan, se llenan de vida y flotan, al mismo tiempo que algunos de ellos caen, dejando evidencia de ese nacimiento, de ese esfuerzo, esa ruptura que implica salir de un lugar conocido y dar un paso hacia el desafío. En Desprendimientos, Cristina Portela se pone a prueba como artista multidisciplinaria sin abandonar por ello su pasión por la pintura, sino que, por el contrario, se apoya en ella para ir más allá y dejar de lado los límites del bastidor. Con una factura reconocible para quien conoce su obra, con una presentación espectacular en dimensiones y espacialidad, la flor azul cargada de energía se expande en el interior de una vidriera que la alberga, contiene y cuida como si fuese un objeto precioso y preciado, sin duda lo es para Cristina quien ve a sus figuras abandonar la bidimensionalidad. Y para el espectador, aquello que experimenta de cerca, pone de claro manifiesto ese desprenderse, ya que puede apreciar las distintas capas materiales que componen la obra: por un lado, queda el soporte del plano y por otro, el objeto escultórico que confirma la separación y la conformación de la instalación. Pero a cierta distancia, el observador percibe ese volumen como un juego de luces y sombras y la figura, mediante una operación de efecto óptico, logra reponerse al plano en la superposición: el distanciamiento nos hace ver una pintura que se integra en la tela, pero donde, en realidad, cada una de las partes que la componen, son pinturas independientes en sí mismas.

 

Desprenderse, soltar, reinventar la historia, aprender a ver de una manera distinta, abrazar el destello de luz que, aun cuando se llena de incertidumbre, es el desafío que se impone a quien se anime a tomar el guante. Cristina lo levanta y pinta.

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