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La Mirada Oculta

ROLF Art

Septiembre-Noviembre 2014

Curaduría: María Carolina Baulo

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“En cuanto al poder disciplinario, se ejerce haciéndose invisible; en cambio impone a aquellos a quienes somete un principio de visibilidad obligatorio.” Michel Foucault, Vigilar y Castigar.

Mirar. Una acción a la cual no le prestamos suficiente atención y desarrollamos automáticamente como respirar. Sin embargo, el poder de la mirada fue tema de estudio de las más diversas disciplinas, partiendo de la filosofía; parte de su poder radica en la posibilidad de ejercerla intencionalmente y esto hace que no haya nada de inocente en ella. Ya no hablamos simplemente de percibir estímulos para brindarnos orientación, mantenernos alertas, reconocer el entorno, proteger y cuidar de personas y objetos. La mirada genera empatía, distancia, se siente, marca diferencias que establece el observador y repercuten en quien es observado. Ejercer la mirada nos compromete y hace responsables. Mirar permite controlar  y produce consecuencias.

 

La Mirada Oculta propone al espectador ubicarse en un espacio de intimidad desde donde pueda vincularse con el relato de las obras que observa. El video –por lo vívido de su estructura formal, por su especificidad como medio expresivo que trabaja con imágenes en movimiento, sonido, ambientación, puesta en escena, entre otros- nos participa activamente, nos asigna un rol protagónico como portadores de una mirada omnipresente que todo lo ve, como ya lo describiera George Orwell en su obra “1984”. Miradas agazapadas, alertas, donde quien mira puede recrearse, reflexionar, deconstruir y reconstruir un recorrido propio, abordando cada punto de observación con el mayor de los tiempos y la atención sin ser demorado. La Mirada Oculta plantea distintos recursos estéticos para llevar al espectador a ejercer miradas alternativas: así se presenta velada detrás de los dispositivos tecnológicos desde donde se puede gobernar el espacio -quedando muchas veces condicionada y fagocitada por esos mismos dispositivos-, miradas que se ubican en la retaguardia y en lugar de observar el todo, se mantienen mínimas e imperceptibles mientras que desde esa oscuridad ven pasar un mundo que margina, selecciona, incluye y excluye a gusto, cultural y socialmente al sujeto. Miradas que apelan a la construcción de la identidad y a la recuperación de las identidades robadas, perdidas, suprimidas. Miradas que también buscan lenificar, dulcificar y evadir la mente de una realidad asfixiante a través de alguna escena que deleite, aunque más no sea por unos minutos.

 

Mirar desde las penumbras permite al observador emitir todos los juicios posibles. Amparados en la protección que brinda esa mirada escondida, aquel que mira crea su propio universo poniendo en juego –aun cuando no sea consciente de ello- su punto de vista, su toma de posición y sus prejuicios. Y establece sentencias. La mirada es poderosa per se, pero cuando oculta, ese poder puede ser inconmensurable; para bien o para mal.

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