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Marea

PALACIO DE LAS AGUAS CORRIENTES

Diciembre 2024-Marzo 2025 

Curaduría: María Carolina Baulo

Poner en diálogo una multiplicidad de voces creativas es siempre un desafío interesante a la hora de plantear una muestra. Sin embargo, parte de esa tarea se aliviana cuando un colectivo de artistas organizado como equipo y con identidad propia, suma propuestas que se integran orgánicamente sin desdibujar las estéticas que dan carácter y personalidad a la obra de cada uno de ellos. CHARCO, conformado por Alec Franco, Bimbi Larraburu, Elisa Bunge, Kalil Llamazares, Laura Saint-Agne, Lupe Barceló, Rosario Briones, presenta en Marea una obra grupal creada especialmente bajo la premisa de potenciar y acompañar la poética edilicia del Palacio de las Aguas Corrientes que la contiene. Es el resultado de una lectura conjunta, empática con el hacer del otro, pero sin dejar de ser representadas cada una de las siete miradas como siete experiencias individuales, también de carácter sitio específico.

 

Kalil Llamazares nos trae el relato de un paisaje pintado al óleo sobre platos. Un registro de la observación personal sobre su entorno cercano al Río de La Plata, plasmado sobre un soporte simple, cotidiano, frágil. Una obra que al manifestar la percepción del artista, también señala que la forma de ver y registrar la realidad, cambia acorde a quién mire. Lo entero y lo fragmentado, así es como se construye memoria en la representación del paisaje. Laura Saint-Agne aborda de manera sutil el vacío y el silencio, la elegancia de lo aparentemente simple y aun así complejo. La fotografía analógica blanco y negro, conecta con las cerámicas que soportan imágenes. El agua sublimada en los soportes, camuflada en la arquitectura, formando constelaciones y cielos abstractos; el agua que se escurre sigilosamente en distintos formatos sin necesitar demasiados recursos para gobernar desde las penumbras. Rosario Briones despliega en el espacio una cascada matérica, un sin fin de superposiciones de papeles teñidos donde el espectador se encuentra observando la abstracción del grafismo incontrolable de la mancha, tan indomable como el agua que se filtra por los intersticios. Una forma de hablar del momento, el movimiento de los cuerpos -que también son agua-, el rastro del instante, el color como voz pasajera de lo que no permanece. Lupe Barceló trae la tierra al encuentro con el agua. Masas que se entienden, se retroalimentan. Tierra de los acantilados marplatenses se mezclan con la sal, se aglomeran, se amontonan presentando un espacio seco, un remanso frente al desborde, en un paisaje donde hacer pie, es lo que queda tras los efectos del paso del agua, son los restos los testigos de la inclemencia del tiempo los que sostienen y resisten. Elisa Bunge invade, literalmente, el espacio aéreo con sus pinturas acrílicas. Sus obras generan formas geométricas que combinan rombos y cilindros para crear estructuras que invitan al espectador al movimiento físico para percibir imágenes que se revelan distintas acorde a las diferentes perspectivas que asumimos. En un azul matizado por otros tonos, atravesado por los colores de la atmósfera del Palacio, los móviles flotan como nubes conteniendo el agua. Bimbi Larraburu trabaja desde la geometría pura. Un trabajo donde los ensambles triangulares se multiplican, reflejándose unos en otros en los espejos, se manifiestan en la liviandad del cartón para entrar en el espacio de manera que la fuerza y rigidez que inspira la obra, contrasta con la fragilidad y lo etéreo que la compone. Una ligereza monumental que también incluye al espectador como algo más de aquello que es abrazado por las aguas y cuya fuerza aparentemente invencible, se doblega frente a la marea. Y es quizás el trabajo de Alec Franco el que recoge, en una suerte de “banquete”, el ADN de cada una de las obras de sus compañeros, para sumar el suyo y completar el relato. En su mesa festiva desplegada en la sala, incorpora todo lo que queda cuando las aguas se retiran. Se reúnen allí los opuestos complementarios, los absurdos, los similares, los descartes y los rescates, todo; la vida que se manifiesta. Un llamado a la reflexión sobre los nuestros vínculos con el medio ambiente y con nosotros mismo. Una obra que se fundamenta con la incorporación concreta de la presencia del otro, con su aporte: los artistas con sus obras y el espectador con su pensamiento crítico.

 

Marea se compone de una obra colectiva que necesita de las individualidades para armar un todo. Como el agua que fluye con distintas dinámicas, tiempos, temperaturas y frecuencias, amorosamente a veces y con violencia otras tantas, Marea representa un despliegue de miradas que vibran juntas, que se abrazan pero que también dejan huellas de una presencia singular. Porque el agua se lo lleva todo, pero también lo trae todo. Viene y va, sube y baja, brilla y se opaca, crece y desaparece para luego renacer. Como la vida misma.

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