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Niké

Galería Liliana Rodriguez 

Julio-Agosto 2017

Curaduría: María Carolina Baulo

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“No seas tan arrogante muchacho. No importa cuán bueno seas, nunca dejes que te vean venir. Ahí está el error, amigo mío.  Debes mantenerte pequeño (...) ser la mano bajo la falda de la Mona Lisa". Del film El Abogado del Diablo, 1997

 

Los mitos cumplen un rol fundamental en nuestras vidas. Aunque parezca que estos relatos son cuestiones de la Antigüedad, rara vez llegamos a darnos cuenta de las profundas raíces que desarrollaron sobre las que se construye nuestra cotidianeidad. Esta suerte de cuentos fueron usados para explicar fenómenos y situaciones complejas de entender para la gente de a pie y aun hoy, se cuelan por las fracturas aparentemente imperceptibles de toda contemporaneidad.

La obra que integra la serie Niké, refiere a un proceso de trabajo donde Paula Rivero busca llegar a su silencio. Acostumbrada a trabajar en grandes formatos y con una fuerte presencia del color, esta nueva serie opera desde un espacio desconocido para la propia artista el cual va reconociendo a medida que avanza. Parte del desafío de transitar lo desconocido es asumir que no hay espacios seguros garantizados para hacer pie. Síntesis, economía de recursos, colores abetunados y añejos producto del paso del tiempo, soportes íntimos y pequeños como son los papeles encontrados que reciben la impronta de las biromes, la pincelada o la acuarela. Si hay color, es sutil, prevalece la forma por sobre el fondo neutro, imparcial, continente. Algunas figuras, aun siendo mínimas, se pierden en la pequeñez del papel y otras parecieran querer romper los límites de los márgenes. Imágenes algunas elegantes y delicadas y otras violentas, irracionales, espontáneas. Niké combina trabajos recientes con otros de tiempos sin fecha conservados en algún lugar esperando a ser encontrados y cobrar finalmente significado dentro de una serie donde la unión hace a la fuerza. Trabajos que han dormido durante años en la oscuridad y pasan ahora a integrar un discurso donde cada imagen responde a una pulsión, a un estímulo íntimo, a una búsqueda de esa ruptura ciertamente dolorosa pero siempre enriquecedora. No hay grandes obras que capten la mirada en un primer impacto sino que hay que acercarse y establecer una conexión en primerísimo primer plano con cada trabajo para encontrar las alas, la carne, las amarras, los quiebres, la libertad, el dolor detrás del goce, lo femenino, lo bestial, el amor y el desamor.

 

Niké representa a una diosa griega que encarna la victoria. Siempre chiquita, acompañando a los grandes dioses, posada sobre la palma de sus manos, ella demuestra que no es su tamaño lo que importa sino cómo utiliza el espacio y el poder que tiene. Un poder que entender, mirar de frente sin vendas en los ojos como quien enfrenta sus propios demonios y los ajenos. Niké opera como una voz pequeña, un susurro al oído en segundo plano. Porque todo aquel que se sabe fuerte no necesita mostrarse grande sino que ejerce su grandeza. Paula Rivero intenta conectarse con ese discurso interior desde donde se fundamenta su arte; un discurso que ya no grita grandilocuente y pide silencio para escucharlo. Un regreso a un origen para conocer y conocerse. Niké es un personaje mitológico “pequeño formato” que convive con nosotros a diario - las “alitas que caminan” están naturalizadas hasta en lo que vestimos- y así es la obra que integra esta serie de la artista: una brisa poderosa que no necesita gritar para ensordecer.

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